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Observar con atención, interés y detenimiento una realidad, especialmente cuando es tranquila y placentera o cuando se hace con pasividad.“con las manos sobre la baranda contempla su extensión; yo cerraba los ojos y, en la oscuridad de mis párpados, te contemplaba…”
Así es una de las definiciones del diccionario para este verbo, un verbo fácil de pronunciar pero que en los tiempos que corren es muy difícil de realizar.
Recibimos tantos estímulos diarios que es difícil prestar atención real a alguna de las cosas que suceden a nuestro alrededor, retener cualquiera de esas infinitas imágenes que nos llegan o recordar alguna de las frases lapidarias que podemos leer. El interés por algo se puede saciar de inmediato, de forma fugaz. Sólo con un clic lo puedes conocer todo, sin necesidad de buscar ni experimentar; y a la vez, tristemente, puedes no saber absolutamente nada. Tenemos toda la información (verídica y manipulada) a nuestro alcance, pero somos verdaderos ignorantes en muchos campos de la vida, de ésos esenciales, que nos facilitan y acercan al vivir presentes.
Si contemplar es un acto pasivo, placentero y tranquilo me encuentro ante una gran contradicción… Debido a mis rutinas, a la inercia de mi día a día, a mi forma de actuar y de vivir, me doy cuenta que ni la tranquilidad es presente, ni el detenimiento, ni la atención completa… así que lo que debería ser un acto pasivo pasa a ser una acción premeditada que me regala espacios de paz y tranquilidad, que me ayuda a frenar esta ingravidez y a reencontrar mi equilibrio.

He incluido la contemplación en mi día a día, una forma de sanar, de cuidarme y de buscar la pausa y el respiro ante la loca de velocidad impuesta. Así que he aprendido a parar a contemplar, como forma de iniciarme a la meditación.
Contemplar es fijarme en todo lo que sucede a mi alrededor, intentando no hacer juicio alguno, sólo viendo, sintiendo, oliendo… dejar pasar los pensamientos cuándo llegan y observarlos des de lejos, como un recorrido natural que igual que viene se va, sin presionarme a no pensar, a no juzgar, sólo dejando que fluyan.
Contemplar, también, es cerrar los ojos y observarme a mi misma. Fijarme en mi propia respiración, tratar de sentir los latidos de mi corazón, intentar que mi oído alcance los sonidos más interiores los cuáles estoy acostumbrada a ignorar; también es escuchar lo que sucede en el exterior sin imágenes que distorsionen mi atención.
Contemplar es parar atención plena a alguna cosa tuya o del exterior, es un ejercicio de pausa, que te ayuda a relajar la mente y a bajar el ritmo de tu día a día. Es una pequeña terapia que puede sanarte y hacerte sentir mejor y que la puedes realizar sin un gasto económico, de manera autosuficiente.
Busca un lugar dónde poder centrarte en la contemplación, en dedicarte unos momentos a ti y regálate unos minutos a diario en forma de presente para tu ser.

Porque al final, la vida es un recorrido de contemplación, dónde si sabes mirar, verás que es mucho más lo que no se ve que lo que se presenta evidente.
Feliz día, Judit.
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