Creo que septiembre tiene demasiada mala fama. Cuando era pequeña me regalaba esas mariposas en el estómago cada vez que llegaba. Mi cumpleaños, las fiestas y la vuelta al cole, algo que me ponía nerviosa y me emocionaba al mismo tiempo.
Al hacerme mayor los septiembres fueron cambiando de color, de forma, de gusto. Demasiados años sabieron a despedida, a alejarme, a hacer maletas dejando amor por el camino, hasta que decidí que no quería más equipajes que volvieran a la ciudad alejándome del campo y la naturaleza.
Demasiados septiembres vinieron cargados de nervios sin emoción alguna, sin destino certero al que sonreírle. sin motivación por lo que me esperaba al cruzar la puerta del verano, hasta que decidí apostar por alinear deseo y deber.
Y si algo me han traído los septiembres desde que soy adulta es la sensación de fin, de que la utopía del sorprenderse, compartir, sonreír, descansar y estar presente se terminaba. Pero ¡qué equivocación la mía!

De pronto, un septiembre y de casualidad, decidí seguir con la utopía del sorprenderme a diario, abrir los ojos bien para empezar a ver en aquello que es común su lado extraordinario. Y es que, si aprendemos a ver, lo tiene.
Aprender del placer de lo que nos resulta normal, porque la costumbre ciega…
El olor del café por las mañanas, o esas tostadas que casi se queman. La ducha reconfortante para afrontar el día, el mensaje de buenos días, el paseo cada día distinto (aunque pasemos por las mismas calles), el paisaje cambiante. Las comidas y cenas hechas con cariño, el té a media tarde, el bostezo que no puedo contener y me avergüenza, la sonrisa al cruzarnos con una mirada sincera, el abrazo que algún día es regalo, la broma que no nos hace gracia, la canción horrible que no deja de sonar en la radio, pero también esa que nos gusta y nos hace mover el pie bajo el escritorio. La pereza del martes, y la emoción de los viernes, las tardes que alargaríamos de domingo, y ese ratito a solas que sabe a cielo.

Lo común hoy es EXTRAORDINARIO.
Lo normal se convierte en EXCEPCIONAL.
Y tu vida, sea como sea, tiemble lo que tiemble… MILAGRO.
Ojalá me compartas tus placeres, la belleza que esconde lo bueno y lo malo de nuestras vidas, la suerte que es poder vivir momentos llenos y vacíos, luces y sombras, miedos y esperanzas. Y abrazarnos en todas estas formas, en todos estos instantes…
en todos estos septiembres.
Gracias por leerme, siempre.
Te abrazo, fuerte, muy fuerte (y ojalá también te sepa a regalo).
Judit.
PD: quizás te apetece leer este post en el que hablo sobre la rutina, o ya que llega la rutina te apetece aprender sobre BATCHCOOKING y sus posibilidades.
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