A menudo busco refugios en los que liberar mente, cuerpo y alma, ese espacio casi sagrado en el que las revoluciones bajan, el ritmo se desacelera y dónde sé que me iré de él con fuerza para ser más yo que cuando llegué, recobrando mi entereza, mi equilibrio y encontrando ese punto o hilo que me mantiene en línea, que me acoge y no me deja caer.
Demasiadas veces me siento lejos de este sencillo refugio, de este espacio de placer, de contemplación, de vida, que puede curarme un enfado, puede sanarme el estrés y recordarme que no hay más prisa que el ahora, que no hay más metas que el presente y que así todo está bien, aunque yo crea que no lo esté.

Y cuando pienso en tal lugar, en esta especie de templo, a mi mente acude una idea clara, un refugio salvador al que acudo cada vez que mi mente o corre demasiado o necesita una pausa, EL BOSQUE.
En alguna de sus formas la naturaleza siempre ha supuesto un descanso para mí, no físico ya que muchas veces en ella busco agotar mi cuerpo físico, pero sí supone un descanso mental y emocional, regalándome un suspiro. Es como esa sensación de sentirte ahogada y, de golpe, respirar tan profundo que puedes sentir tus pulmones apretando en tus costillas y éstas haciendo una suave presión sobre la piel. Y esa presión parece la gloria, la satisfacción, el cielo.

Gracias al recuerdo de esta sensación, un día leí un pequeño artículo sobre los Shinrin-yoku, (Baños de bosque), y entendí que lo que se desprendía de esa práctica milenaria era lo que yo experimentaba en mis huidas al bosque. Así que, con un golpe de suerte, llegó a mi un precioso libro que lleva por título “Disfruta de un Baño de bosque – cómo despejar tu mente y tus sentidos“ de Melanie Choukas-Bradley, gracias a la Editorial Gustavo Gili y justo en el momento que lo necesitaba apareció, cómo suele ocurrir a menudo cuando no esperas nada.
Entre las páginas de este libro, he profundizado en el conocimiento de esta práctica, he entendido porque el bosque nos proporciona beneficios fisiológicos que no pensaba que estuvieran estudiados y he podido experimentar baños de bosques a través de las propuestas que nos hacen, además de disfrutar con las bonitas ilustraciones que nos regalan de la mano de Lieke van der Vorst.
Así que te animo a experimentar una vivencia magnífica y en cierta forma sanadora, los baños de bosques, que en resumidas cuentas no es más que un paseo a través de la naturaleza en el que mediante la intención expresa conectas con ella y desconectas del estrés, la realidad y el mundo exterior.
Si te apetece probar esta experiencia puedes hacerlo siguiendo estos pasos:

- Prepara tu mochila con un termo cargado de tu té preferido, una manta para colocar en el suelo, una libreta y un bolígrafo y una chaqueta por si hace frío.
- Ve hasta una zona de arboledas, un bosque o un parque, aunque en el libro verás que también lo puedes practicar en la playa, que te quede relativamente cerca, así ese podrá ser tu bosque.
- Antes de llegar apaga tu móvil y guárdalo en la mochila.
- Adéntrate en ese lugar y escoge una zona tranquila, en la que te sientas libre y puedas actuar sin vergüenza.
- Empieza tu baño de bosque estando de pie, haz 5 respiraciones largas y profundas con los ojos cerrados y concéntrate en los olores y sonidos que a ti llegan.
- Continúa trabajando la observación, inspecciona la zona y mira todo eso que te atraiga.
- Escoge algunos objetos que la naturaleza te regale (hojas, frutos, piedras, etc.) y cógelos. Cierra los ojos y utiliza el tacto para explorarlos, acércatelos a la nariz e intenta notar su olor, si los objetos te lo permiten prueba a colocártelos en la cara o en el brazo y notar como reacciona tu piel a su contacto.
- A continuación, con los objetos aún en tu posesión, extiende tu manta y túmbate mirando al cielo. Observa que sucede a tu alrededor, quizás puedas ver el cielo, puede que veas los árboles moverse, las hojas caer, simplemente observa.
- Es la hora de entrar en contacto a través de tus pies, enraizándolos a través de un paseo descalza. Simplemente sácate zapatos y calcetines y camina un poco a través de la zona. Puedes intentar sentir la sensación de temperatura en tus plantas, como se colocan tus pies, qué objetos les molestan, etc. Y termina este contacto alcanzando algún árbol y abrazándolo (¡sí, prueba a abrazarlo por muy ridícula que te sientes!)
- Vuelve a tu manta poco a poco, ese es tu espacio personal, siéntate, haz 5 respiraciones profundas y cuando hayas terminado saca tu termo con el té, tu libreta y aprovecha para escribir tus sensaciones a través de esta experiencia. Si te apetece puedes probar a dibujar tu alrededor, los objetos escogidos o lo que te venga a la mente…
Este pequeño ritual en forma de baño de bosque puede durar muy poco tiempo, simplemente el necesario para significar una pausa de tu vida, y una inmersión en la naturaleza a modo de suspiro.
Yo lo he probado y me parece magnífica la sensación que en mí se siente, así que pruébalo si te apetece y no te olvides de compartir conmigo cómo te sientes. Y si quieres más información no dudes en hacerte con este bonito libro que te ayudará y guiará en este proceso.
Muchas gracias por leerme,
Judit.
PD: si te ha gustado este artículo, quizás te gustaría leer “El poder de las montañas“, “El arte de contemplar“ o “Mi templo, mi cuerpo”.
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PD3: te dejo el enlace al libro aquí por si te apetece darle un vistazo.
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