Nos pasamos la vida entera bajo las órdenes de la productividad y de pronto nos paran la inercia que ni siquiera nos habíamos planteado. ¿Y qué pasa entonces? Caos y sensación de vacío. Malestar. Propuestas infinitas para cubrir de distracción tus horas.
Estos días me ha parecido francamente curioso ver a la gente más preocupada por tener que permanecer cerrada en casa durante 15 días que por las muchas consecuencias que de esta situación se genera (o quizás es que tapamos la inseguridad del porvenir con una falsa preocupación).
Llevo días pensando en la necesidad que tenemos de ocupar nuestras horas de actividad frenética, de sentirnos útiles y productivos de la forma que sea. Y no solo eso, demostrarle al mundo que lo somos aún estando cerrados en casa. Como si tuviera más sentido la vida si la llenamos de todo y de nada a la vez. Pero es que nos han enseñado que lo que nos define es lo que hacemos, lo que producimos, lo que generamos así que tampoco es extraño que nos suceda ésto. Sino piensa por un momento, ¿cómo te presentas y defines? Probablemente tu profesión, tus estudios o lo que haces en tus días son las palabras que más utilizas para definirte, es decir, lo que producimos o consumimos es lo que nos define.

¿Así que como no vamos a sentir caos y vacío cuando de pronto no podemos ni producir ni consumir de modo habitual? (Entiéndase el consumir en su sentido amplio, no consumimos solo lo que compramos, somos consumidores de ideas, de propuestas, de personas, de pensamientos, de actividades, etc.).
Así que ante esta situación creo que es importante darnos cuenta que nos da miedo el silencio, el parar, el no movimiento, la no productividad, porque en este espacio de silencio dejamos de ser lo que siempre habíamos sido y, de pronto, nos sentimos sin identidad. Aceptar que partimos de este punto para trabajarnos y poder entender qué nos sucede, qué se nos mueve por estar encerrados en casa, y qué ideas y pensamientos nos genera esta situación.
Dejar de ser productivos hacia fuera es perfecto para empezar a atendernos hacia dentro. Parar, dejar de hacer cosas por rellenar las horas y empezar a aburrirnos, pero a aburrirnos de verdad, sin Netflix, libros, música, movimiento. Aburrirnos para reconocernos, para ir dentro y ver qué sale. Para redescubrirnos en la pausa y sin todo lo que nos rodea. Para volver a ser más nosotros que nunca y para poder ver nuestros propios fantasmas, nuestros propios miedos, nuestras propias concepciones de nuestro ser.

ABÚRRETE, abúrrete mucho estos días, por favor. Házlo por ti, por reconocerte, por aprender más sobre ti, por descubrir realmente cuáles son tus pasiones, cuáles son tus valores, qué puedes y quieres aportar en el mundo, cómo quieres vivir tu vida ahora que todo frena y tienes la oportunidad de pensar y repensar en cómo la estás viviendo, haz balances, observa, escucha, atiende…
Permítete el aburrimiento y aprende de él, apréndete en él.
Dejemos de temer al silencio y abracémoslo, tenemos ante nosotros la oportunidad de volver a conocernos, aprovechémosla.
Y así es como espero que pases estos días, en salud, en el recogimiento de tu casa, en el calor de tu cuerpo y en el misterio de tu mente y tu corazón. Ojalá el aburrimiento te lleve a adentrárte en este laberinto que eres y descubras todos los tesoros que tienes guardados en ti.

Gracias por leerme,
un abrazo cargado de amor y cariño,
Judit.
PD: prometo intentar aplicarme y dejar de hacer todo lo que tenía pendiente por empezar a no hacer que me conviene y mucho.
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