Quizás conozcas en tus tripas esta palabra, la frustración. La sientas como un nudo en el estómago, como un sollozo que quiere salir, como un enfado o resignación ante el mundo. ¿Pero qué es la frustración? ¿Porque la vivo y la siento?
No soy psicóloga ni pretendo serlo o parecerlo, así que quiero aclarar que ésta no es una entrada científica ni en la que vas a encontrar una única respuesta válida, simplemente, y como siempre, trato de poner palabras a eso que me va sucediendo y que voy aprendiendo, y aquí trato de compartir mi experiencia, que no es saber sino vivir.
Pues verás, tras darle vueltas y más vueltas, hace un tiempo me di cuenta que vivía con una ligera pero constante frustración. Vi, que todo lo que experimentaba pasaba por unas vías del pensamiento que lo anticipaban y generaban una falsa idea de lo que debía suceder. Vivía atrapada en un futuro engañoso que generaba una imagen del porvenir que poco se parecía a la realidad, y al darme cuenta que no se adecuaba a las ideas que había generado sentía una sensación de enfado, de agotamiento y de desinterés por lo sucedido.

Así que tras vivir agarrada entre el futuro y el pasado, generando falsas ideas de porvenir y siguiendo a los mitos y estereotipos que me autoimpongo generados por mi yo de antes, mi presente era frustrante y limitado. Sí, limitado porque creo que cualquier cosa que tratamos de definir, o a la que le colocamos un conjunto de adjetivos, calificaciones o pensamientos concretos, deja de ser exponencialmente todo, cualquier cosa posible, para ser sólo eso que pensamos que es, que definimos y por lo tanto que delimitamos entre nuestros propios parámetros.
Si pienso que una experiencia será intensa, profunda y enriquecedora, la estoy limitando, ya no le dejo ser realmente libre, con todo su potencial, sino que le otorgo un espacio concreto en mi mente, un espacio limitado y me dispongo a vivirla partiendo de esas creencias. Si además estas líneas definitorias están cargadas de connotaciones excesivamente positivas quizás no se lleguen a cumplir y aparecerá en mi la frustración.

Una frustración que me generaba descontento, enfado, insatisfacción. Un constante querer ir a más, vivir otras cosas más “fuertes” e intensas, un agobio ante lo que debería suceder. Un intentar hacer que sucediera lo que antes había pasado por mi mente. Y no, las expectativas son demasiado engañosas para pretenderlas vivir.
Así que estoy tratando de dejar ir las expectativas, permitir a todo lo que me sucede ser en su totalidad, sin que yo le ponga un sinfín de adjetivos, de ideas o lo planifique en exceso. PERDER EL CONTROL, a diario, en pequeñas cosas que antes tenía completamente planificadas y que ahora se me presentan como sorpresas, sin ser evidentes. Encontrarme en laberintos nuevos sin miedo a permanecer en ellos, sin que la única intención sea salir; vivir experiencias sin decidir previamente si serán o no fantásticas, DEJARME SORPRENDER a cada paso. En definitiva, estoy tratando de ir descomponiéndome para volver a crecer, a crearme, a actuar con más conciencia pero menos juicio y ser más feliz.

En definitiva, para mí, la frustración es el problema generado de vivir en el futuro y no en el presente. Es la causa directa de pensar, proyectar y creer que podemos controlar lo que nos sucederá, cómo si fuéramos dueños de nuestro porvenir, cómo si lo que está por llegar pudiera ser anticipado. Dejar espacio al presente, dejarse fluir sin ideas preconcebidas quizás sea una forma de habitarnos y regalarnos a lo que somos.
Y en estas estoy, deconstruyéndome para dejar la frustración de lado y vivir en el presente. Y qué difícil es algo tan sencillo!
Feliz martes y gracias por leerme
Judit. 🙂
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