Este es uno de los muchos posts que verás esta semana sobre ese famoso tema llamado FEMINISMO. En motivo del día 8 de Marzo, Día de la Mujer trabajadora, y de su controvertida huelga (que des de aquí apruebo y aclamo a su participación), son muchas las cosas que se dicen sobre éste tema, y qué bien que así sea!
Pero yo ya he manifestado varias veces mi posición, ya habéis leído mi clara definición como feminista y mi forma de entender la vida en femenino, una vida llena de desigualdades y de retos que nos implican a todxs para crear un mejor futuro, más equitativo.
Vivimos en un mundo de pensamiento binario: blanco o negro, rico o pobre, trabajador o parado, bonito o feo, dulce o salado, malo o bueno, mujer o hombre (definición dada por los genitales con los que se nace). Y en este binarismo de género se han asociado socialmente unas ideas preconcebidas, que definen unas características y categorías para cada una de las partes, creando una realidad dual entre el concepto hombre y mujer.

Por ejemplo, palabras como cuidado, cura, responsabilidad, cariño, ternura, debilidad han sido asociadas a la idea socialmente establecida de mujer mientras que otras palabras como fuerza, competencia, capacidad, dureza, poder, autoridad, respeto se han asociado al hombre.
Tras leer esta pequeña lista equívoca e inacabada de palabras, me doy cuenta de varias cosas:
- Somos muchas las que no encajamos en los estereotipos binarios de género que se establecen, empezando por el mero hecho que más allá de nuestros genitales somos lo que construimos, lo que sentimos y lo que queremos, y por lo tanto estas dos opciones (mujer/hombre) no tienen porqué definirnos ni tenemos porqué sentirnos parte de ellas… pero si es así, si me siento así, si no me puedo definir entre estas dos opciones, ¿qué soy? ¿Nada? ¿A caso no existo? Pero bien… eso es todo un tema que hoy no vengo a tratar, aunque lo abro para que reflexionemos un poco a cerca de otras realidades que quizás nos parecen apartadas o inexistentes pero que debemos empezar a normalizar y a reflexionar en ellas.
- Si tengo la “suerte” de poder definirme entre estos dos parámetros y me siento mujer/hombre (obviamente no por mi condición genital que me ha sido otorgada al nacer), me doy cuenta que muchas de las características con significados peyorativos se le atribuyen a la mujer, dando paso a una idea negativa, de inferioridad y de delicadeza que nos pone en un lugar de segunda categoría.
- Si aún me fijo más y abro bien los ojos también veo lo siguiente: las categorías que definen al hombre son las mismas que definen a la sociedad en la que vivimos, competencia, fuerza, capacidad, poder… (UAUUU ¡qué sorpresa! ¡Debe ser por esto que le llaman sociedad patriarcal!)
Llegado a este punto no me queda sino decir que veo una necesidad latente de cambio. No porqué crea que unas palabras o las otras sean mejores o peores, sino porque pienso que los roles que se esperan de nosotrxs son desesperantes, igual que la sociedad… y aquí es donde entra en juego esta BENDITA PALABRA llamada SORORIDAD!
Creo firmemente en la necesidad de un cambio del paradigma social, del ideario impuesto y definido por la historia y la sociedad, que nos han llevado a un sistema desigual y empobrecedor de masas, que pone en el punto de mira la individualidad, el egoísmo y el poder, frente a la comunidad, la cooperación y el respeto.
No me malinterpreten, con ésto no quiero decir que todo lo que gira alrededor de la palabra hombre sea negativo, ni mucho menos, pero sí creo que debemos “feminizar” la idea de sociedad, entendiendo este concepto como la necesidad de dar importancia al amor, a la cura, a la hermandad, a la comunidad, al respeto, etc. Le llamo feminizar el sistema porque creo en la tremenda necesidad de ensalzar palabras y categorías consideradas históricamente femeninas y contempladas des de un punto de vista negativo, de inferioridad pero que pienso, firmemente, que son las que harán de éste mundo un lugar mejor!

Y este cambio de paradigma empieza por una lucha de amor, de respeto. Una batalla de unión, en la que mujeres y hombres son considerados iguales; en la que no se critica al otro sino que se ensalzan sus particularidades y diferencias; en la que no se da la espalda para ganar más sino la mano para ganar juntos; en la que no se critica para destruir sino para construir; en la que no se compita para ser mejor que el otro sino para ser mejor que el yo de ayer.
Y creo que es importante tomar como punto de partida la sororidad, es decir, “la solidaridad y concordia entre mujeres, que implica un reconocimiento mutuo, plural y colectivo” (definición de la RAE), para construir un mundo de respeto, dejar los celos y las envidias y empezar a ser abrazo y no patada.
¿Y cómo podemos empezar éste cambio?
- Participando activamente en colectivos feministas que sean incluyentes, que no juzguen y que respeten la diferencia (es curiosos como muchas personas nos hemos sentido muy juzgadas, o fuera de colectivos de este tipo).
- Ensalzar los actos de lxs demás, decir las cosas buenas que tienen, felicitar, mostrar nuestro respeto.
- Visibilizar lo que nos incomoda y no nos gusta de las relaciones, los acosos o las críticas y burlas (esto es fácil de hacer en las redes sociales y es responsabilidad de todxs denunciarlo, cambiarlo, educar!)
- Tratar a las personas como queramos que nos traten a nosotrxs. Sonreír. Amar. Participar.
- No criticar a la otra persona por actuar/pensar/ser diferente
- Intentar no competir sino colaborar
- Buscar espacios de relación sanos y de igualdad
- Comunicar, hacer visible, dar voz a todas las cosas que suceden y que no deberían pasar
- Dejar la culpa y la queja de lado y ACTUAR!
En definitiva, personificar el cambio que queremos ver en el mundo, SER el cambio, actuar en consecuencia y como tal, juntxs y respetándonos.
Feliz y reivindicativo día,
Judit.
PD: las fotos que he puesto son de Iran, porque fue en el vagón de mujeres del metro de Teheran dónde comprendí el significado de ésta palabra, sororidad. Quizás si has estado allí lo entenderás, pero espero y deseo que no sea necesario ir tan lejos para comprenderla.
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