Me acuerdo cuando decidí poner en primera opción la carrera de Educación Social, tras dos años de bachillerato artístico y con la selectividad al frente lo veía claro: YO QUIERO AYUDAR A LOS DEMÁS! Así que con esta decisión llegó lo que no sabía que sería mi futuro, mi ahora.
Decidí hacer educación social por hechos que a mi parecer eran obvios: se necesitan personas que cuiden de los demás, debemos luchar para los derechos de todas las personas y por la igualdad, se necesitan proyectos para mejorar nuestras sociedades… y así un largo etcétera. Lo que no tardé ni un año en ver es que no sólo había escogido esta carrera por razones tan teóricas sino que había un trasfondo emocional y vivencial que me conducía a ello.
Así que empezó mi viaje en esta profesión. Primero los 4 años de universidad, de formación y de contacto con el mundo laboral a través de las prácticas y los primeros trabajos. Recuerdo el primer año como un ir y venir, conocer gente, escuchar lo que los demás tienen por contar, lo que han vivido, conocer el funcionamiento de la universidad, la fiesta, el bar, la cafetería, las eternas charlas y discusiones con profesores y compañeros… pero sobretodo el CREER EN LA UTOPÍA!

Segundo fue un año de poner más bases teóricas, de pensadores, reflexiones y saber. Empezar a entender qué es este curioso concepto que había escogido: educación social. Fue momento de darme cuenta que esta profesión incluye tantas partes, tiene tantas salidas que hasta asusta. Podría definirla como una carrera que te forma en diferentes capacidades y aptitudes para ser capaz de desenvolver planes y proyectos de ámbito social que luchen y trabajen para el bienestar de los receptores, desarrollando y mejorando las relaciones con el propio contexto, la sociabilidad, la cultura y el ocio, los derechos y deberes, la salud, la igualdad de posibilidades, la participación social, la mejora del medio ambiente, etc.

Tercero me sirvió para empezar a ser crítica. Hay un componente de la carrera que no me gusta: el fijarse siempre en lo que falta y no lo que se tiene. Creo que es la carrera del pesimismo, del NO. Demasiadas veces los proyectos se basan en una relación basada en las carencias, por ejemplo: no tienen comida, busquemos la manera que tengan comida; NO saben relacionarse con los del barrio de al lado, busquemos la forma y los espacios para que se relacionen, etc. Evidentemente, no siempre es así pero el sólo hecho de trabajar por las personas en peligro de EXCLUSIÓN ya nos habla de una mirada con cierta autoridad o que clasifica, lleva entre palabras el siguiente mensaje: “yo, educadora social que no estoy excluida, ayudo a los que sí lo están”. No, definitivamente no me gusta esta idea. Pero en tercero también fue cuando descubrí que hay proyectos que se basan en las relaciones entre iguales y horizontales, en la escucha del otro, en la sinceridad y el respeto mutuo, y esto me gustó!

Cuarto fue el año trampolín. El año de hacer prácticas más extensas y darme un porrazo con la realidad. Todas las ideas, proyectos y vivencias que tenía se estaban acomodando y durmiendo con el vaivén de los días, de lo establecido y de lo correcto. Vi que todo lo que había soñado cambiar era más complicado de lo que parecía. Vi la importancia de los pequeños cambios y me di cuenta de que formas alternativas de vivir y pensar son posibles. Las ganas de pasar a la acción y de lanzarme al mundo laboral ya eran latentes pero el querer aprovechar al máximo lo que me quedaba y aprender más y más me llevaron a tener uno de los cursos más productivos a nivel profesional y personal.


Así que, tras crearme mi idea de educación social decidí que quería hacer las cosas con AMOR, y trabajar creyendo en lo que hago. Y aquí estoy, luchando y buscando la manera de transmitir un mensaje, una forma de ver el mundo y de educar(me) o reeducar(me) constantemente con pequeños aprendizajes y cambios que puedan mejorar mi alrededor.
Puede que seamos tod@s más EDUCADORES de lo que creemos, puede que tod@s tengamos algo que transmitir y que nuestra forma de ver el mundo y de participar en él cale más en los demás de lo que pensamos. Y también puede que seamos espejo, líder, punto de mira, observación, soporte, etc., sin apenas darnos cuenta. Así que:
HAGAS LO QUE HAGAS, HAZLO CON AMOR! (porque nunca sabemos quién puede estar observando y aprendiendo de ello!)

Judit.
PD: todas las fotos son de mi voluntariado en Nepal el año 2012. Una de las experiencias más educativas, más bonitas y más llenas de mi vida! 🙂
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