Querida rutina,
tras mucho tiempo dándole vueltas, he decidido escribirte. Sé que vuelves y no quiero que nos pueda la hipocresía así que antes de que te instales definitivamente quiero contarte como me siento, para sincerarme y para ver si podemos seguir juntas largo tiempo, dando y recibiendo una de la otra con respeto pero con total sinceridad.
Hacía tiempo que no te veía y debo confesarte que aunque no te lo diga, te echaba de menos. Tu orden, tu ritmo y tu saber estar me apasionan, ¿cómo lo haces para ser tan puntual y cada septiembre llegar por la puerta grande? Quiero decirte que cuando estoy mucho tiempo sin ti me faltas, pero paradójicamente cuando te instalas en mi vida me cansas, me sobras y me pareces absurda y aburrida. (Perdona mi sinceridad, últimamente no me pongo filtros, una decisión que he tomado tras demasiados autoengaños…)
Pues verás, para mi eres como ese sabor que me gusta pero cansa, esa fragancia que en pequeñas cantidades te hace flotar y despierta los sentidos, ese dulce postre del que sólo con tres cucharaditas basta. Pero tú no eres así de fugaz, tienes la manía de quedarte por largo tiempo con pequeños paréntesis de ausencia. En realidad por mi culpa, porque me falta el valor para decirte que te vayas… pero es que en el fondo me gustas, me estabilizas, me das seguridad, me haces aprovechar mis días, sacarles partido y hacerlos florecer. Me das un ritmo y unas obligaciones que me forman, me hacen crecer y me permiten conocer(me) más.
Así que para que engañarnos… aunque me queje, aunque me des pereza y aunque piense que una vida sin ti debe ser de lo más emocionante debo aceptar que yo no soy de estas personas que puedan estar sin ti. Aunque me duela desnudar mis sentimientos ante ti, despojarme de mi caparazón y mostrarme sin filtros voy a decírtelo bien alto y claro: ME GUSTAS Y TE QUIERO EN MI VIDA! Pero déjame ponerte condiciones o pedirte algo a cambio de tanta sinceridad…

Por favor, querida rutina, regálame paseos mañaneros cargados de luz y color; dame emociones constantes, sorpresas y vitalidad; concédeme momentos de quietud y paz; tráeme grandes planes; déjame escapar de ti durante días enteros; permíteme muchas cervezas, cafés, cenas, desayunos o fiestas con mis amigos; obséquiame con el tiempo necesario para realizar mis pasiones y para aprender cada vez más; provéeme de tardes enteras de lectura, infusión y sofá; dame horas, minutos y segundos para amar(me) y cuidar(me); déjame vivir mis sueños a tu lado; enséñame a disfrutar y amar tus pequeñeces y tus gestos de cura diarios como el café de las mañanas o el buenas noches que sale de mi boca preferida; otórgame el poder de decidir vivirte con alegría, sencillez, encanto y sorpresa, sabiéndote mía y cercana, pero siendo capaz de alejarme de ti; dame destellos de desequilibrios miedo y torpeza…
Y así, tras mi ataque de sinceridad, puedo decirte: BIENVENIDA!
Feliz martes, de rutina.
Lost in the village,
Judit.
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