Tengo en la memoria grabada mi primera manifestación y no quiero olvidarla. Fue en 2003 bajo el lema “NO A LA GUERRA”. Ese día inundamos las calles de esperanza y gritamos por la paz. Un grito que quedó sordo.
Yo tenía 10 años pero recuerdo las sensaciones que viví… miles de personas bajando por el Paseo de Gracia unidas por un bien común. ¡Me salía el corazón del pecho!. Incluso creo que me cayó alguna lágrima de emoción, pero quizás eso sea fantasía.
Recuerdo sentirme poderosa agarrada a las manos de mi madre (qué afortunada de ese simple gesto). Alucinando de verme rodeada de tanta gente buena, (en mi mente de niña, si gritaban contra la guerra es porque tenían que ser buenas personas). Ese día creí con todo mi ser en la HUMANIDAD.
Se me erizaba la piel pensando que ante tantas voces, ante el pueblo inundando las calles, el gobierno retiraría su voluntad de participar en la guerra, que conseguiríamos quedar del lado de la paz.
No fue así.
Y, en cambio, fue así como delante de un televisor que anunciaba el desastre, me arrebataron la esperanza y mi fe en “los de arriba”. Me arrebataron la posibilidad de creer que era importante mi voz, y eso con tan solo 10 años.
Sí, a mí me arrebataron la voz, pero ¿qué es ésto ante lo que te quita una guerra? La seguridad, la esperanza, la paz, la INFANCIA, la familia, la posibilidad…
LA VIDA.
Sentí rabia. Sentí miedo. Sentí incomprensión (¿no eran los gobernantes la voz del pueblo?). Sentí tristeza. Y enfado.
Pero sentí cosa que muchos de los iraquíes ya no volverían a hacer por culpa de “nuestras” bombas.
Y hoy, veinte años después, vuelvo a sentirme como esa niña que fui. Pero con una difefencia: hace tiempo que, tristemente, dejé de creer, porque me arrebataron esa fe hace 20 años.
No, ya no creo en mi poder más allá del que es tangible y alcanzo a ver y ahí está mi compromiso firme: hacer el amor y no la guerra.

No creo que ver las noticias nos haya hecho insensibles. Creo que el recorrido histórico-político nos ha quitado la fe a una generación entera por eso ya no salimos un millón de personas a la calle a gritar, porque ya nos dijeron una vez que nuestra voz no es suficiente.
Por eso siento que tenemos un reto increíblemente difícil: volver a humanizar las calles, las luchas, los gritos. Volver a salir a gritar y mostrar que no quedamos indiferentes ante la barbarie. Y aunque el grito no sea suficiente, porque eso ya lo sabemos, unirnos en el espacio público para mostrar el dolor de un mundo atroz, un mundo cruel y un mundo que no es el que queremos.
Volver a pisar las calles para recordarnos que no estamos solas ante el dolor de la humanidad, que no tenemos que sostenerlo en el silencio de nuestro ser, porque es insostenible. Y tampoco debemos vivirlo en en voz baja para no asustar a nuestros hijos. Salir a la calle y darnos la mano pese a nuestras diferencias, porque hay cosas mucho más importantes como construir un aquí de PAZ, que eso sí está en nuestras manos, siendo conscientes de todo nuestro privilegio.
De verdad, ojalá cuando veas esas imágenes que desgarran no las llores sola. Estamos aquí, juntas, con un NO A LA GUERRA que sabemos insuficiente pero con un firme SÍ A LA PAZ, que podemos cultivar cada día, cada hora, cada segundo.
Y así, aunque el mundo siga doliendo quizás se sienta más ligero el caminar.
Gracias por estar,
con amor,
Judit.
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