28 veranos son los que han hecho falta para saberme efímera y eterna,
viva con cada una de mis letras,
llena con cada una de mis faltas,
suficiente con cualquiera de mis carencias,
fuerte en mi vulnerabilidad.
28 nueves de septiembre he necesitado para comprender que soy quién quiero ser,
que el “no puedo” a menudo esconde un “no quiero”,
que el miedo suele tapar las ganas,
que nada es todo y todo es nada, así como luz es oscuridad,
y que siempre, sólo, puede ser ahora.
28 años han sido necesarios para darme cuenta que cualquier discurso es fantasía,
que solo nos marca lo que dejamos que nos marque,
que más poderosa que la verdad es la percepción (que siempre engaña),
que no hay certeza que no esconda duda,
ni duda que no esté llena de certeza.

28 vueltas al sol son las que han rodado antes de agradecer la nada tanto como el todo,
para saber que el silencio es quién habla,
y que al habla le faltan palabras para explicarse,
que la música está en cada suspiro,
y que en el suspiro empiezo y termino.
28 años he tardado en perdonarme lo que creía imperdonable,
en relativizar lo que creía importante,
en prescindir de lo supuestamente imprescindible,
en comprender que menos es más,
y que la calidad está en la mirada.
28 septiembres han pasado antes de ver que todo lo que tocan las manos cambia,
que eso que hieren las palabras, las palabras lo curan,
que no hay refugio lejos de mi, lejos de casa,
que mi cuerpo es mi propio templo,
y que sólo si me pierdo puedo encontrarme.
28 años he necesitado para entender que hoy quizás olvide todas estas palabras.
Y no pasa nada, excepto lo que pasa.

Feliz nueva vuelta, Judit.
PD: volver al blog nunca se me había hecho tan difícil. Pero aquí estoy, publicando los posts que tengo pendientes, éste de septiembre. Mi propia felicitación, mi propio encuentro en las montañas. De perderme y encontrarme constantemente va la cosa.
GRACIAS POR LEERME.
Deja un comentario