A menudo me pregunto que es lo que me ha traído hasta aquí. Cómo puede ser que mi mente y mi cuerpo estén en puntos que antes parecían imposibles, alejados, una auténtica locura. Y la respuesta a tal pregunta sólo es una: calma, paciencia, constancia y consciencia.
En un mundo en el que la prisa manda, y nos olvidamos que en realidad, lo que sucede es que mata; una sociedad en el que la inmediatez es la línea de actuación y lo automático es lo que resalta; los procesos lentos, largos y de pausa están fuera de lugar, vistos como atrasos y sin cabida.
Pero si paramos a pensar, no hay procesos profundos automáticos ni rápidos en ningún campo de nuestras vidas. Piensa en el tiempo que tardaste en aprender a andar, a leer o ese proceso que aún vives que es el conocerte…
Quieren que vayamos rápido porque las prisas ciegan. Quieren que corramos porque les interesa hacernos creer que la recompensa está en la meta, cuando en realidad ya es bien sabido que el único premio real es el propio camino. Quieren que dejemos de parar atención a todo lo que sucede para obsesionarnos en algo que les retribuya económicamente. Y sobretodo, quieren borrarnos la conciencia para que sigamos los pasos del que tenemos delante.

Pero con un poco de suerte, aunque en un primer momento lo vivas como una desgracia o un salto al vacío, tu mente necesitará un respiro. Ya no le valdrán esas vacaciones que suponían un paréntesis en tus días, de poco servirán esas horas de gimnasio en las que quemar preocupaciones se convierte en tu máxima o esas noches en las que cuatro copas te solucionaban el mundo. Llegará un momento que quizás parezca caída, perdida, vacío, pero que si le permites ser probablemente te ofrecerá CONSCIENCIA. Porque lo que sucederá es que tu mente no querrá sólo reposo en esos paréntesis vitales, querrá vivir tranquila.
La calma, la pausa, el retiro, nos proporciona la posibilidad de vernos con perspectiva, de observar la vida con ojos renovados y de entender que no poseemos nada más que el ahora, que somo tan ricos de presentes que cuando caigamos en la auténtica pobreza de ahoras ya nada vamos a necesitar, porque será en el momento en que nuestra vida como la conocemos deje de existir.
Comprenderás que nada les interesa que paremos, que aflojemos, que nos permitamos abrir los ojos y que sepamos que nuestra riqueza no se mide en posesiones sino que ya somos ricos en sí.
Y así, con este saber quizás será más fácil estar con conciencia plena, que para mí no es más que esa capacidad de estar presente en el presente, abrirnos a la posibilidad de vivir nuestro ahora sin juicio, sin miedo y con respeto y coherencia, porque el ahora que construyamos será el principio de nuestro ahora de después.

Y quizás la meditación o el yoga te ayuden en este proceso, pero quizás no. Quizás será a través de la escritura que podrás conectar con tu presente, o puede que con alguna expresión artística. Dejemos las creencias por pasar a la experimentación, dejemos las influencias (y los influencers) por ser los auténticos dueños de nuestras vidas, y andemos nuestro camino con conciencia plena, sabiendo que somos quién queremos ser; que estamos en el mejor lugar dónde podemos estar y que no hay mayor recompensa ni premio que el momento presente.
Así que, con toda esta conexión a tu consciencia, VIVE…
y sonríe siempre que puedas.
Feliz día,
Judit.
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